Francisco Rico Manrique (1942-2024) fue catedrático de literaturas medievales hispánicas en la Universidad Autónoma de Barcelona durante cuatro décadas, numerario de varias academias (Accademia Nazionale dei Lincei, British Academy, Real Academia Española) y poseedor de un sinfín de reconocimientos; entre otros: Premio Internacional Menéndez Pelayo (1998), Premio Nacional de Investigación Ramón Menéndez Pidal (2004), Premio Alfonso Reyes (2013), Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2015); y Doctor honoris causa por las universidades de Valladolid (1996) y Bolonia (2016). También acompañó las fortunas y adversidades de Anales Cervantinos durante casi dos décadas, desde que se incorporó a su consejo asesor, en 2004, hasta que este tipo de comités desapareció, en 2023, de las revistas de la Editorial CSIC.
Su labor como filólogo e historiador de la literatura le convirtió bien pronto en referente inexcusable en los estudios sobre la Edad Media y Renacimiento, y en la edición de textos. Decisivos fueron sus trabajos sobre el Libro de buen amor, Petrarca, el humanismo, Nebrija, La vida de Lazarillo de Tormes y de sus andanzas y adversidades, Don Quijote de la Mancha, el teatro barroco español… Su magisterio alcanza a multitud de discípulos que fueron estudiantes suyos y a otros muchos que trabajaron junto a él en algunas de las diversas empresas filológicas y editoriales por él capitaneadas. «Francisco Rico –afirmó en 1998 Fernando Lázaro Carreter– es un gran filólogo, en la línea más avanzada de esta ciencia en el mundo. Trabaja en el surco que abrió para todos Menéndez Pelayo; y ha ahondado en él a la vez que avanzaba descubriendo vetas nuevas de nuestra literatura, de nuestra cultura». (<https://www.cervantesvirtual.com/portales/francisco_rico/>).
Ahora, cuando su figura ya no está entre nosotros, conviene recordar algunas de sus facetas más destacadas, empezando precisamente por la de filólogo e investigador, como autor que fue de volúmenes decisivos para un mejor conocimiento de nuestra historia literaria; así los dedicados a La novela picaresca y el punto de vista (1970), El pequeño mundo del hombre (1970), Alfonso el Sabio y la “General estoria” (1972), El pequeño mundo del hombre (1986), El sueño del humanismo (2002), El primer siglo de la literatura española (2022); el registro completo de estas y otras muchas obras se hallará en el número de la revista Ínsula dedicado íntegramente a él (accesible en: <https://www.insula.es/ver-revista/77645>), aparecido en el mes de marzo de 2024, muy pocos días antes de su fallecimiento.
La edición del Quijote que dirigió constituye un antes y un después en la historia editorial de este libro. Con ella, la Real Academia Española salvó la distancia entre la primera edición que afrontó (el Quijote académico de 1780) y los tiempos modernos, que requerían de otro tipo de texto, en el que, con las palabras de Isabel Lozano Renieblas, «se hace verdad el ideal del quehacer del filólogo, que, según Rico, debe atender por igual a la especialización y a otro ámbito más público como es la divulgación. Esta edición, obra de muchos y en cierta forma in fieri, como las catedrales medievales, pero fijada, ideada y dirigida por él, constituye el mayor legado de Francisco Rico al cervantismo». Inauguró con ella un nuevo modelo de comentario, ahora colectivo, que supera con creces los previos. Las ediciones, todas ellas en dos volúmenes, se publicaron en 1998 (Crítica), 2004 (Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores) y 2015 (Real Academia Española). Directamente relacionadas con esta empresa editorial se hallan Lecturas españolas del Quijote (2005), El texto del Quijote (2005), Quijotismos (2005), Tiempos del Quijote (2012) y Anales Cervantinos (2017), volúmenes todos de inexcusable lectura para quien quiera acercarse a la novela cervantina.
Rico concibió asimismo distintas colecciones de clásicos que fueron –siguen siendo– referente: lejos quedan los Textos Hispánicos Modernos (Labor) o su trabajo al frente de Letras hispánicas (Cátedra, junto con Domingo Ynduráin); los tomos blancos de Biblioteca Clásica constituyeron, junto con sus complementos, Páginas de Biblioteca Clásica y Clásicos y Modernos, el proyecto editorial más ambicioso de Francisco Rico, germen a su vez de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española. Paralelamente, la vieja colección de Letras e ideas, en sus dos formatos, maior y minor (Ariel), y la más cercana de Filología (Crítica) incluyeron obras señeras de la disciplina filológica. A esta labor como director de colecciones de clásicos llegó el profesor Rico después de haber ofrecido ediciones hoy ya clásicas de textos medievales y de los siglos XVI y XVII, imprescindibles para acercarse al Lazarillo, Guzmán de Alfarache, El caballero de Olmedo, El desdén con el desdén, La Celestina, Poesía de fray Luis de León, Novelas a Marcia Leonarda, El poema de mío Cid y El caballero Zifar, entre otras. Y todas ellas, como afirma Luis Gómez Canseco, guiadas por el «amor a los textos, a su lectura atenta y a la verdad literal que los respalda, desde la errata hasta el sentido más elevado o complejo; y, al lado, la filología como método para acercarse a ellos» («En letras profundado. Francisco Rico entre dos Edades», Ínsula, 927, 2024, p. 15).
Sostiene Jorge García López que «la gran inteligencia historiográfica [de Francisco Rico] le permitió detectar problemas, encontrar soluciones y proponer interpretaciones»; también, ofrecer una obra insustituible en su tiempo, que fue guía y vademécum para quienes estudiamos literatura española en los años ochenta y noventa del siglo pasado: los nueve tomos, con sus suplementos, aparecidos entre 1979 y 2000 de Historia y crítica de la literatura española (editorial Crítica), concebidos como un panorama no compuesto ya de resúmenes y catálogos de datos, sino formado por las mejores páginas de la crítica moderna, desde las perspectivas más originales y reveladoras.
El que fue, en palabras de Javier Marías, «el profesor Rico, hombre de gran saber», se transfiguró literariamente en los personajes “Del Diestro” y “Villalobos” en novelas del «joven Marías» (ahora la expresión es del propio Rico); y se paseó por los diarios de Andrés Trapiello hasta figurar como personaje principal de una novela –no escrita ni por escribir, pero con título: Limpia, mata y da esplendor– de Arturo Pérez Reverte, en la que el fantasma de Cervantes «vagaría por nuestro edificio [el de la Real Academia Española] haciéndose visible sólo a los conserjes. La idea es que los académicos vayan siendo asesinados uno tras otro, empezando por el profesor Francisco Rico, nuestro más conspicuo cervantista. Ése moriría el primero, ahorcado con el cordón de una cortina de la sala de pastas» (Hombres buenos, Barcelona, Alfaguara, 2015, p. 18)
El recorrido de esta nota es breve; el recuerdo, imborrable; el propósito, transparente: evocar y reconocer a un Grande (con mayúsculas) de la Filología, esa «Ciencia compuesta y adornada de la Gramática, Rhetórica, Historia, Poesía, Antigüedades, Interpretación de Autores, y generalmente de la Crítica, con especulación de todas las demás Ciencias». Rico –y el Diccionario de Autoridades– dixerunt.