1. El ejemplo virtuoso de los libros de caballerías
⌅El cronista portugués Francisco Rodríguez Lobo, en su Corte en aldea y noches de invierno, publicada por primera vez en 1619, y traducida al español por Juan Bautista de Morales en 1793, relata una curiosa anécdota situada en América:
En la milicia de la India, teniendo un capitán portugués cercada una ciudad de enemigos, ciertos soldados camaradas, que albergaban juntos, traían entre las armas un libro de caballerías con que pasaban el tiempo. Uno de ellos, que sabía menos que los demás de aquella lectura, tenía todo lo que oía leer por verdadero, que hay algunos inocentes que les parece que no puede haber mentiras impresas. Los otros, ayudando a su simpleza, le decían que así era. Llegó la ocasión del asalto, en que el buen soldado, envidioso y animado de lo que oía leer, se encendió en deseo de mostrar su valor y hacer una caballería de que quedase memoria; y así se metió entre los enemigos con tanta furia y los comenzó a herir tan reciamente con la espada, que en poco espacio se empeñó de suerte que, con mucho trabajo y peligro de los compañeros y de otros muchos soldados, le ampararon la vida, recogiéndolo con mucha honra y no pocas heridas; y reprehendiéndole los amigos aquella temeridad, respondió: «¡Ea, dejadme, que no hice la mitad de lo que cada noche leéis de cualquier caballero de vuestro libro!». Y él de allí adelante fue muy valeroso1
Se trata de una cita recurrente pues habla de la pervivencia de los libros de caballerías más allá de la escritura y lectura de los dos Quijotes cervantinos, pero si ahora lo recuerdo es para destacar el poder creador de la literatura. El cuento se introduce en la narración para hablar de un valeroso capitán portugués «que no le tuvo mejor el Imperio Romano», y su gran valor procede al tener “por verdadero” todo lo que ha leído –o le han leído– en los libros de caballerías y, de este modo, entiende como normal imitar las hazañas de un “caballero fingido”, un “caballero en papel”, que bien podría haber sido uno de sus compañeros de milicia. Y no es necesaria la “simpleza” de creer que es historia la ficción para que la literatura cumpla con su objetivo generador de recuerdos y de experiencias.
De este modo, las historias fingidas a la altura de 1619 –y con acento español en la traducción de finales del siglo XVIII– se considera que merecen tanta alabanza como las historias verdaderas, siempre que estén bien escritas, que sean fuente de enseñanza y que den ejemplo de vida:
Mucho festejaron todos el cuento, y luego prosiguió el Doctor: «Tan bien fingidas pueden ser las historias, que merezcan el loor de las verdaderas (como dice San Ambrosio); aunque no tenga fuerza de verdad, tiene un orden de razón, en que se pueden manifestar las causas verdaderas» (Rodríguez Lobo 1793Rodríguez Lobo, Francisco. 1793[1619]. Corte en aldea y noches de invierno, traducido por JuanBautista de Morales. Valencia: oficina de Salvador Faulí, 1793. [1619], 21).
Valga este ejemplo, de entre las decenas que podría ahora recordar2
¿Dónde están los límites entre la ficción y la realidad? O, quizás hemos de plantear la pregunta en otros términos: ¿acaso hemos de admitir que existe una diferencia entre la ficción y la realidad? ¿Acaso no es nuestra experiencia de la realidad una determinada ficción que se concreta en cada uno de nosotros de una manera diferente? ¿No es también diferente nuestra experiencia lectora leyendo los mismos textos? ¿Acaso no son los textos realidades de papel que se vuelven ficciones a lo largo del tiempo, de nuestro propio tiempo? Pero no es este el momento ni el lugar para acercarnos al abismo de las respuestas a estas preguntas, que, en el fondo, tienen mucho que ver con el cervantismo social, como veremos más adelante. Ahora es el momento de poner las bases de esta nueva senda que el cervantismo está transitando en los últimos años.
2. Los desmanes (repetidos) del cervantismo actual
⌅En junio de 1876Thebussem (Mariano Pardo de Figueroa). 1876. Programa de las fiestas que en el aniversario del nacimiento del señor Don Quijote de la Mancha, y en honor de Miguel de Cervantes Saavedra. Cádiz., el Dr. Thebussem (Mariano Pardo de Figueroa), uno de los mayores impulsores del cervantismo en el siglo XIX3
- Monografía demostrando que, según se ve en la práctica, basta con haber nacido y con dejar los estudios, para convertirse en cervantista. Estadística, por vía de apéndice, de los cervantistas que no han leído el Quijote, y de los cervantistas que no saben leer.
- Explicación física y filosófica de porqué siendo negros los requesones (Quijote II, cap. 18) pusieron blanco al Ingenioso Hidalgo.
- Soneto enderezado a describir las sopandas del carro de las Cortes de la Muerte6
Termina el folleto con este texto destinado al “Lector”, firmado por el presidente (El loco inflaperros), el censor (el loco perdonapodencos) y el secretario (El loco quelluevecuandoquiere), con estas palabras, que son el colofón perfecto a esta fiesta del ingenio: «Si por ventura (lector curioso) eres cervantista, y llegare a tus manos (aunque pecadoras) este Programa; si te hallares en él escrito, y notado entre los buenos cervantistas, da gracias a Clavileño por la merced que te hizo; y si no te hallares, también se las puedes dar. Y Dios te guarde. Casa del Nuncio, a 31 de junio de 1876». .
En la primera parte de las fiestas, se destaca el programa de las 27 conferencias que leerán algunos de los cervantistas y escritores más famosos y reconocidos del momento, como Adolfo de Castro, José María Asensio, Ramón León Maínez, Juan Varela, Federico de Castro, Leopoldo Rius, Francisco López Fabra, el Marqués de Molins o Nicolás Díaz Benjumea… sin olvidar al propio Thebussem. Y en este programa de papel, con toda la sorna y el ingenio del que es capaz Mariano Pardo de Figueroa, están cifrados, según él, los desmanes en los que se está ahogando el cervantismo en su momento, que ha perdido el norte de la lectura y de la comprensión de la vida y la obra de Cervantes. Desmanes que podríamos reducir a tres grandes campos:
- Estudio de aspectos minúsculos en la obra de Cervantes, que nada aportan para su comprensión global, dejando a un lado los grandes temas de análisis:
- Don Juan Eugenio Hartzenbusch. «Demostración de que la palabra Quitoxe, hallada en la parte I, capítulo XI, p. 90 de una edición del Ingenioso Hidalgo, hecha en Vicálvaro en 1716, ha de ser errata, y que probablemente debe leerse Quixote».
- Doctor Thebussem. «Estadística demostrando que en el Quijote se apunta ochenta y dos veces el vocablo sí, y ciento tres el vocablo no».
- Don Aureliano Fernández Guerra. «Que la corona del emperador que venía en la carreta de las Cortes de la Muerte era nimbo; y por consecuencia el dicho emperador representaba a Claudio Gótico y no a Opilio Macrino ni a Moctezuma».
- Búsqueda de documentos o de pruebas para justificar los orígenes del personaje de don Quijote o detalles de la vida de Cervantes:
- Don Ramón de Antequeiu. «Entronque del Ingenioso Hidalgo con el ínclito Gutierre de Quixada, justificado con partidas de bautismo y casamiento, y certificaciones de los libros del Registro Civil de Argamasilla de Alba».
- Don José María Sbarbi. «Probanzas de que Cervantes desempeñó por más de veinte años la dignidad de Maestrescuela de la Santa Iglesia catedral del Toboso».
- Marqués de Molins. «Pruebas palmarias de que el pedazo de mano que perdió Cervantes se halla sumergido en las aguas de Lepanto, precisamente a los 38°, 20' 18" de latitud N. y 25°, 5c/, 14" de longitud E. del meridiano de Puerto Lápiche».
- Don Manuel Víctor García. «Análisis del agua de un pozo de Esquivias, con la cual es tradición que lavaban la camisa».
- Explicaciones esotéricas sobre las obras cervantinas y el pensamiento de sus personajes:
- Don Vicente de la Fuente. «Pruebas de que Sancho Panza fue republicano federal y partidario de los derechos ilegislables».
- Don Francisco María Tubino. «Pone en claro que Sancho Panza fue más absolutista que Calomarde».
- Don Nicolás Díaz Benjumea. «Aclaración de la hondísima filosofía que se encierra en que los molineros que detuvieron al barco encantado saliesen cubiertos de polvo de harina y no de tizne de carbón».
Sin olvidar algunas otras, tan absurdas como las que, en ocasiones, encontramos en los programas actuales de algunos congresos y jornadas cervantinas:
- Don Juan Valera. «Expone, con formas poco académicas y en estilo inculto, por cierto, que toda la filosofía del Quijote cabe en el Yelmo de Mambrino, y sobra yelmo».
- Don Enrique José de Varona. «Que cuando Cervantes dice la verdad habla de veras, y cuando se chancea habla de burlas».
El cervantismo nace en el siglo XIX como la respuesta científica a los desmanes interpretativos que se habían ido divulgando por toda Europa en las centurias anteriores, cuando el Quijote y el propio Cervantes –a partir la lectura como sátira moral por parte de los ingleses–, se convierten en un reclamo culto que a todos interesa, al margen de sus conocimientos literarios y su capacidad de análisis y de crítica. Unos desmanes que, a pesar del tiempo y de los esfuerzos realizados desde entonces, siguen haciendo las delicias de los medios de comunicación locales y de las plumas desaforadas de tantos eruditos que pasan media vida leyendo el Quijote de claro en claro y de turbio en turbio, llegando a sabérselo de memoria y a recitarlo como si fueran los versículos de una biblia laica. Y así ayer y así hoy en día.
El siglo XX y, sobre todo, el XXI, han visto cómo el cervantismo académico ha llegado a cotas hasta ahora impensables gracias a diferentes estructuras: las revistas Anales Cervantinos (fundada en 1951) o Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America (creada en 1981), la Asociación de Cervantistas creada en febrero de 19887
Pero como sucediera a finales del siglo XIX, el actual cervantismo científico, que tiene un carácter mundial y es reconocido en los ámbitos académicos, ha de convivir con la proliferación de libros, trabajos de aparente erudición bibliográfica, congresos y jornadas, que pecan de los mismos desmanes de los que se reía y criticaba el Doctor Thebussem con un ingenio digno de la pluma de Cervantes: estudios que pretenden “descubrir” las referencias reales de los personajes o lugares de ficción creados e imaginados por Cervantes; estudios que hablan de mensajes cifrados en las esquinas de las palabras cervantinas y que justificarían su escritura, como si esta necesitara otras justificaciones que la realidad biográfica de Cervantes o de la cotidianidad literaria y económica de su tiempo, que cada vez conocemos mejor y más profundamente. Y lamentablemente, este tipo de acercamientos consigue una mayor presencia mediática en una sociedad abocada al espectáculo antes que al conocimiento y los estudios científicos.
El cervantismo no debe caer en la trampa de entrar en esta disputa –que no existe nada más que en las mentes enloquecidas de algunos lectores demasiado entusiastas de la obra cervantina–; la naturaleza del cervantismo científico le lleva a explorar nuevos horizontes en los que recuperar el diálogo con la sociedad. Y ahí es donde adquiere todo su sentido la senda del cervantismo social.
3. El cervantismo más allá del Quijote: la ficción y la realidad se dan la mano
⌅Esta rápida ojeada –siempre tan parcial– por la historia del cervantismo deja clara una idea: su particularidad frente al estudio de otros autores o de otros géneros. No hay nada que se le pueda comparar. Ni incluso, por centrarnos en un solo ejemplo, con Lope de Vega, que vive, en estos últimos decenios, una explosión de estudios y de puestas en escena, de éxito continuo en los escenarios de medio mundo. Lope de Vega tiene una presencia viva en los resultados filológicos –desde la edición de textos encabezados por el proyecto PROLOPE8
Pero Cervantes va más allá. No hay escritor como Miguel de Cervantes ni obra como el Quijote que haya conseguido tal presencia en las aulas y en las investigaciones y, al tiempo, haya sido capaz de trascender estos espacios para instalarse en la vida cotidiana, en el imaginario de lo social. Y así desde hace siglos. Una presencia que va más allá de haberse convertido en el mito de una lengua o de un imperio –como el caso de Shakespeare–, sino por ser capaz, precisamente, de trascender este momento originario y limitante, y convertirse en un referente popular de carácter universal que nunca ha perdido su aureola de prestigio. Y así ya desde el siglo XVIII.
Frente a lo que ha sucedido con otros autores de los Siglos de Oro –estoy pensando en Góngora, por ejemplo–, con Cervantes no ha existido nunca un momento de sombra y de olvido. Todo lo contrario. Quizás se le haya sobreinterpretado o se le haya utilizado como imagen de mil batallas y enfrentamientos, pero nunca desde el olvido. Siempre desde el referente que aúna al escritor más culto con el lector más primerizo.
Ser un quijote, así en minúscula, adjetivo que ha pasado de caracterizar a una persona ridícula para definir ahora al «hombre o mujer que, como el héroe cervantino, antepone sus ideales a su conveniencia y obra de forma desinteresada y comprometida en defensa de causas que considera justas»9
De este modo, el acercamiento científico a Cervantes, a su obra, a su biografía o a su tiempo se compagina, de manera inevitable, con los acercamientos populares, con los mitos que han ido perdurando a lo largo de los siglos –o de los años–, creando una realidad paralela, sin olvidar esos dos desmanes que han traspasado siempre el cervantismo desde sus orígenes, como ya hemos señalado: las lecturas esotéricas o las lecturas territoriales de las obras cervantinas. En el primer caso, se buscan (y se encuentran) mensajes en clave en determinados pasajes o personajes (o en obras completas); mientras que, en el segundo, todo el esfuerzo se centra en desenterrar –incluso apoyándose en documentación de la época– la “referencia real” geográfica o vital de los espacios y los personajes de sus creaciones literarias, en especial cuando se habla del Quijote.
Mariano de Cavia publicó un artículo el 22 de marzo de 1905 en el diario liberal El imparcial: «Una leyenda y un incendio»10
Si fuese a Elsingor, me impresionaría hondamente la terraza en donde nunca se le apareció una sombra regia y paternal a un Hamlet que no existió jamás. En Verona, me conmovería mucho ante la tumba de una Julieta, cuya existencia real ya no toma en serio ningún crítico italiano. En Teruel he visto más: he visto las momias de Diego e Isabel, y sin embargo, es harto problemática la efectiva existencia de los Amantes. En mi mismo pueblo, vi de mozalbete, penetrado de sincera emoción, el calabozo de la Aljafería en que estuvo preso el trovador Manrique, y eso que yo no podía dudar un punto de que el tal trovador era una creación caprichosa de la fantasía de García Gutiérrez.
Y siguiendo la senda abierta por Mariano de Cavia en este artículo, podríamos enumerar diversas leyendas que se mantienen a lo largo y ancho de la geografía manchega con relación a Cervantes y al Quijote, pasando por el “lugar” y llegando hasta tierras americanas, al referéndum que se realizó en la ciudad mexicana de Guanajuato para saber si se debía o no sacar a don Quijote de su tumba en la ciudad.
La pervivencia de estas leyendas y la creación de otras nuevas son la demostración de cómo Cervantes –y el Quijote– sigue vivo en la sociedad, cómo es un referente de prestigio, de reconocimiento, de identidad. Este es uno de los aspectos en los que se apoya el cervantismo social, que permite pensar en su desarrollo más allá de experiencias personales y ejemplarizantes, que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos, y que, en los últimos años, se han convertido en libros que dan cuenta de sus resultados; experiencias concretas de cervantismo social que nos llevan a Estados Unidos, Brasil y Argentina.
Recuerdo ahora solo tres ejemplos: en Kid Quixotes, Stephen Haff desde Nueva York muestra, como se indica en el subtítulo, «a Group of Students, Their Teacher, and de One-Room School Where Everything Is Possible», y cómo gracias a la representación de escenas del Quijote un grupo de alumnos de emigrantes ilegales en la América de Trump consigue recuperar su espacio en la sociedad; o el estudio que Rogelio Miñana (2020Miñana, Rogelio. 2020. Living Quixote. Nashville: Vanderbilt University Press.) hace de las experiencias que se realizan en las favelas de São Paulo en Brasil a partir del Quijote para dar una oportunidad a sus habitantes y salir de los horizontes de miseria a los que están condenados; para terminar con las múltiples experiencias educativas que se han desarrollado en la ciudad cervantina de Azul en Argentina, desde su nombramiento, y que se presentaron en las I Jornadas Educativas de Azul, en 2019: «Atravesando muros», «El Quijote nos une», «Cuando los más chiquitos también son Quijotes»12
Pero más allá de las experiencias concretas, el cervantismo social ha de ir concretando unos principios metodológicos y ha de dotarse de unas estructuras que le permitan dar un salto cualitativo en los próximos años.
A mi modo de ver, tres son los valores cervantinos que han sustentado la capacidad del cervantismo para asentarse en culturas y geografías tan dispares, y que parten de una posición de prestigio dentro de la sociedad con lo que se vuelve automática en un referente: por un lado, el poder del diálogo, entendido este como la capacidad de escuchar y de enriquecerse con el “otro”; en segundo lugar, entender al “otro”, al que es diferente a nosotros, como un enriquecimiento y no como un conflicto; y, por último, la voluntad de querer estar en este mundo y el modo de cómo queremos hacerlo, que se resume en el grito de identidad de don Quijote en el capítulo 5 de la primera parte. Don Quijote permanece en el suelo. Tirado en el suelo. Atrás quedan los palos recibidos por los mozos de los mercaderes de Toledo, y más cerca los versos del romance del marqués de Mantua, con los que le sorprende el labrador Pedro Alonso, su convecino. Allí que se acerca a ver si está vivo o muerto y a ayudarle en sus heridas. Y el uno, el caballero andante que se ha creado a partir de lecturas, que sigue con sus versos. Y el otro, el labriego que solo conoce de estaciones y de la forma de las nubes, que sigue con sus explicaciones, sus deseos de realidad. Los dos incomunicados. Los dos en sus mundos. Hasta que el labriego, ya cansado de escuchar lo que no entiende y de ver pasar el tiempo en medio del camino, le recuerda su nombre para dejar las cosas claras: «Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana». Una andanada de realidad, de lugares comunes. Y ante este grito de “nada”, de lo que uno es por el solo hecho de ser, don Quijote se vuelve desafiante, y en un acto de voluntad pocas veces vivida dentro y fuera de la literatura, lucha contra esta imposición de realidad, y demuestra su total libertad al afirmar, al gritar a los cuatro vientos: «Yo sé quién soy». Este es el acto de voluntad creador más rico, más desafiante, más innovador de los que se habían leído hasta entonces… y casi desde entonces. La primera piedra sobre la que levantar cualquier grito quijotesco. La primera piedra sobre la que se levanta el cervantismo social, que no se queda en describir el pasado o en intentar comprenderlo, sino que tiene sentido en el deseo de mejorar el presente; sobre todo el presente de las personas o de los colectivos más desfavorecidos. Como un nuevo caballero andante, ya sea por los campos de La Mancha, ya sea en la milicia de la India o en los reinos de Gaula, Trapisonda o Hircania.
4. El cervantismo social: nueva senda para transitar en el siglo XXI
⌅El cervantismo social, como muestran estas experiencias de los últimos años –la punta del iceberg de todo lo realizado a lo largo de los últimos siglos– se presenta como un desarrollo más en el siglo XXI del cervantismo académico que, como ya hemos indicado, ha conseguido una presencia y un reconocimiento dignos de la difusión y universalización de la obra cervantina. El cervantismo social se presenta como un puente entre el estudio de la obra y una sociedad que se ha impregnado de sus valores, que los ha hecho suyos, convirtiendo a Cervantes y, sobre todo, a don Quijote, en un modelo digno de ser imitado.
El cervantismo social, para poder sustentarse en el tiempo, como así le sucedió al cervantismo académico, necesita de estructuras, unas estructuras vinculadas con los territorios, pero que se enriquezcan con un diálogo fluido con los centros científicos y humanísticos, un diálogo donde cada uno aporte sus experiencias siempre con esa voluntad de ser un “quijote”, es decir, conseguir que se multipliquen las oportunidades de aquellas personas o colectivos que quieran mejorar el mundo en que vivimos.
Dentro de estas estructuras, quiero destacar una que he puesto en marcha hace unos años y que, a pesar de la pandemia de la COVID, sigue dando sus frutos, y que espero que pueda desarrollarse plenamente en los próximos años, siendo uno de los motores del cervantismo social: la Red de Ciudades Cervantinas (Lucía Megías 2021Lucía Megías, José Manuel. 2021. «Red de Ciudades Cervantinas: construyendo el cervantismo social». En Cervantes en Alcalá, editado por J. FranciscoPeña Martín, 174-176. Alcalá de Henares: Ayuntamiento y Universidad., 174-176).
Esta Red, que vio la luz en el salón de plenos del Ayuntamiento de Alcalá de Henares el 6 de abril de 2017, es hija de este espíritu de voluntad, de hacer de la voluntad de “ser cervantino” uno de los ejes estratégicos del desarrollo de diversas comunidades. La Red de Ciudades Cervantinas es una excelente herramienta de comunicación, intercambio y solidaridad para impulsar el cervantismo social por todo el mundo, aprovechando la experiencia acumulada desde el siglo XX.
En junio de 2023, forman parte de la Red 32 ciudades de Europa, América y África, todas ellas con el deseo de convertir a Cervantes, a su ejemplo de vida y de creación literaria, a sus enseñanzas y desafíos en una de las bases de su desarrollo ciudadano.
32 ciudades vinculadas directamente o con la vida de Cervantes (Alcalá de Henares, Arganda del Rey, Argel, Córdoba, Esquivias, La Puebla de Cazalla, Lepanto, Lisboa, Madrid, Sevilla, Toledo, o Valladolid), o con sus obras literarias (Argamasilla de Alba, Barcelona, Daganzo, El Toboso o Mota del Cuervo), o con la repercusión y la difusión de su legado (Alcázar de San Juan, Antequera, Azul, Baeza, Ciudad Real, Denia, Guanajuato, Güímar, La Roda, Lovaina, Málaga, Montevideo, Quintanar de la Orden, Recife, Vélez-Málaga o Zahara de los Atunes).
Tres son los propósitos que dan vida a la Red de Ciudades Cervantinas:
- a) Facilitar un mayor conocimiento y relación de los lugares vinculados con Miguel de Cervantes, ya sea por su presencia personal, ya sea por su vinculación con su obra o con la difusión de la misma.
- b) Apoyar y difundir actividades conjuntas que hagan posible un mayor desarrollo de sus comunidades, a nivel educativo, cultural, turístico o económico.
- c) Difundir la vida y las obras de Cervantes mediante programas específicos, que pueden ser o no compartidos por las diferentes ciudades, con la finalidad de convertir a “Cervantes” en uno de los ejes de su desarrollo comunitario. Se potenciarán los programas educativos y culturales que permitan un mejor conocimiento y difusión de Cervantes y de los valores de su obra en el entramado educativo y social.
5. Voluntad de estar. Voluntad de ser cervantismo social
⌅La Red de Ciudades Cervantinas nace con la pretensión de crear un espacio de diálogo, de confianza, de compromiso y de colaboración, tanto dentro como fuera de cada una de las ciudades que la componen. Un espacio de diálogo para que se encuentren de manera habitual el entramado público e institucional con las asociaciones privadas, con todas aquellas personas que quieren participar desde su ámbito más personal en el desarrollo sostenible de sus comunidades. Un espacio de diálogo entre diferentes administraciones, centros, asociaciones, entidades, para alcanzar objetivos comunes y perdurables. Un espacio de diálogo entre las ciudades, entre el tejido cultural y artístico, educativo, turístico, económico, social de cada una de las ciudades, para comenzar a realizar actividades conjuntas, actividades que puedan ser compartidas, ampliadas, multiplicadas.
Por eso, se ha creado una red paralela de instituciones y de empresas que ayudan a la difusión y financiación de las actividades presentadas y preparadas por las ciudades participantes.
Un diálogo perdurable en las actividades auspiciadas. Un diálogo perdurable en la memoria de los logros, de las líneas estratégicas diseñadas para su desarrollo futuro, en el portal de Internet auspiciado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes13
Y junto al espacio de diálogo, la Red de Ciudades Cervantinas, siguiendo el espíritu de Cervantes, también se presenta como un espacio de respeto. Un respeto de comprensión y de enriquecimiento al que es diferente a nosotros. Ciudades de diferentes regiones, de diferentes países, de diferentes continentes…, ciudades con historias y con desarrollo diversos. Ciudades grandes y pequeñas. Ciudades capitales de países, de regiones, de provincias, de comarcas… Un respeto entre ellas y un respeto, un enriquecerse con las singularidades de cada una. Todas ellas unidas por un proyecto común, único.
La Red de Ciudades Cervantinas, desde la voluntad de serlo, desde el espacio de diálogo y de colaboración y cuyos límites solo nosotros podemos establecer, desde ese respeto al otro que constituye una de sus señas de identidad, ha de convertirse en motor de transformación y de consolidación de nuestras comunidades. De este modo, el cervantismo establece puentes de comunicación con la sociedad, auspiciados por su prestigio y su universalidad. El centro académico le presta todo su apoyo a las personas y colectivos que se encuentran en los márgenes, en un movimiento contrario al que es habitual en una visión capitalista liberal de la sociedad. Las actividades que se desarrollarán tendrán un marcado carácter cultural, artístico, educativo y académico (¡a fin de cuentas nacen de un hombre que dedicó buena parte de su vida a escribir y de unos personajes y de unas geografías que son de papel!), pero no se agotan aquí, sino que nacen con la vocación de ser un motor turístico, económico y social sostenible en cada una de las ciudades y en el conjunto de todas ellas. Este es nuestro reto, este es el gran desafío de la Red de Ciudades Cervantinas: hacer de la cultura, hacer del arte, hacer de la educación, hacer de la ciencia uno de los motores de nuestra sociedad. “Yo sé quién soy”. Don Quijote nos enseñó que podíamos vivir en los márgenes mediocres de la monotonía (Alonso Quijano el Bueno) o que podíamos soñar y luchar para que nuestras hazañas, nuestros trabajos, aventajaran a todas las que nos han precedido (Don Quijote de la Mancha).
El cervantismo social es la voluntad de querer dejar de vivir en los márgenes, en las catacumbas. Este es el gran desafío de la Red de Ciudades Cervantinas. Un gran desafío particular de cada una de las ciudades que la conforman. Pero también es el desafío general de su conjunto, de ser capaces de mostrar que hay otras maneras de desarrollar y mejorar nuestra sociedad.
El cervantismo social quiere romper el guion de la dicotomía entre realidad y ficción. Frente al “Yo soy quien soy”, muy habitual de la literatura y en la organización social de los Siglos de Oro (frase lapidaria de un centro de poder que pretende mantenerse en el tiempo), se impone ahora el “Yo sé quién soy”, donde la voluntad del cambio en la mejora social es uno de los principios regeneradores de la civilización occidental que vive, en estos momentos, síntomas de su derrumbe y destrucción final. Un “Yo sé quién soy” que no tiene límites por haber nacido de una experiencia lectora, de una “realidad de papel”, que ha de convertirse en el espejo de la realidad cotidiana en la que vivimos.
El cervantismo en el siglo XXI sigue siendo vanguardia, sigue transitando nuevas sendas, a lomos del ejemplo creativo de Cervantes, a lomos del poder creador de la literatura y de las Humanidades.
El cervantismo social espero que sea una de esas sendas que en el siglo XXI permita recuperar al cervantismo académico su conexión con la sociedad que nos ha tocado vivir.